Mi particular amanecer de Viernes Santo
Hay pocas cosas que me hacen sentir tan viva, que me dejan sin aliento y despiertan en mí incluso las emociones más profundas que guardo bajo llave. Mi auténtica debilidad, la madrugada del Viernes Santo. El griterío inunda la plaza, nervios a flor de piel mientras una marea de cofrades y cruces se abren hueco entre la multitud. Hace apenas unas horas el miserere acarició el corazón de los zamoranos, pero ahora está a punto de comenzar otro capítulo de la Pasión, y es que ésta es una noche de emociones. Ya son las cuatro de la mañana, fiel a mi cita espero junto a San Juan uno de los momentos más bonitos del año. Todo está listo, el clarinete, las partituras, las camisetas térmicas imprescindibles para soportar el frío de la noche, y sobre todo la ilusión, pues sin ella sería imposible sobrellevar el ritmo tan intenso de la semana. Los nervios se apoderan de mí cuando por fin entramos en la Iglesia, y allí está, esperando paciente, Jesús Camino del Calvario. Desde qu...