Resonar de los tambores, latido de Zamora

Enmudece la ciudad, el silencio inunda cada rincón de las calles… Respeto, devoción, pasión… la pasión de un pueblo, el sentimiento de miles de corazones que se estremecen al paso de una mano nazarena. El sentir que se apodera de los zamoranos inunda cada rincón de una ciudad que se transforma…

No hay mejor vestido que la túnica, ni mejor luz que la de las velas, ni cansancio más gratificante que el del cargador que porta a hombros su imagen  más preciada.

Se llenan las calles, miles de rostros alzan su mirada hacia las imágenes que lentamente recorren las rúas bañadas de incienso… ojos cargados de sentimientos, nudos en la garganta y lágrimas que tímidamente afloran al paso de esa madre que con sus manos entrelazadas llora sin consuelo. Y es que son muchos los corazones que se encojen al escuchar los primeros acordes de Mater Mea, que se estremecen con el resonar de los tambores, el latido de Zamora, ritmo de marcha que guía la emoción de un pueblo.

Pies descalzos bajo túnicas que recorren las calles a paso lento, esfuerzo bajo las mesas y peso sobre los hombros… Corona de espinas clavada en la frente, madre de amargura que alza su mirada al cielo rogando clemencia, sangre en el costado del Cristo Yacente, clavos impregnados de dolor bajo un palio, rostro ensangrentado en la caída, cruz solitaria… la imagen convertida en sentimiento en una escena en la que únicamente se escucha el silencio.

Tan solo el rumor de las teas, envueltas por el fuego que lentamente las consume, susurra en la abarrotada Plaza de Santa Lucía bajo las estrellas que bañan el cielo oscuro el Lunes Santo… “Oh Jerusalem, Jerusalem…” Tan solo el resonar de los hachones se atreve a romper el profundo mutismo que la noche del Jueves Santo se alza como un velo sobre la plaza de Viriato… “Miserere mei Deus…” una noche que se tiñe del profundo sentir de nuestra Semana de Pasión.

Toque del Merlú, emblema de Zamora, amanece el Viernes Santo… Se alza Jesús Camino del Calvario, y con él el corazón de miles de zamoranos que se agolpan en la Iglesia de San Juan para vivir uno de los momentos más emocionantes de la Semana Santa.

Respeto, austeridad, la tradición de una ciudad que ha nacido entre cofradías, que se ha criado entre faroles y medallones, que se esconde bajo una mesa dejando a un lado el dolor para cargar un paso. Una ciudad que lleva por himno la Marcha Fúnebre de Thalberg, que ha crecido entre tambores y paso de marcha, que durante todo el año está deseando que llegue el momento de sacar el caperuz del armario. Una ciudad que conoce muy bien lo que es la emoción cuando un paso entra en el Museo…

Una pasión invisible a los ojos, una pasión grabada en el corazón, cosida al alma, por ello no preguntes, no intentes entender, no te esfuerces por explicar, pues no encontrarás palabras capaces de expresar tantas sensaciones, tan solo siente, tan solo escucha, tan solo cierra los ojos y deja que sea tu corazón el que juzgue…

                                                                                                
                                                                                                         

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